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viernes, 5 de febrero de 2010

LA EDAD DEL SUEÑO DE ËBOLO




En el principio tan sólo existía la Esencia, fuente de magia y poder, llena y vacía. Eco sordo y sombra sin proyección. Y aún no titilaba  luz en el Universo, pues nada existía más que la Esencia...

Pero ocurrió que en los albores de la creación, del eco surgió un sonido y la sombra fue proyectada, pues una Necesidad surgió del Surco Infinito de las Posibilidades, y la Esencia Primigenia hecha consciencia, también llamada Ëbolo Tautâxo,  Ezher Eterno o simplemente Rey y Señor de Dioses, creó a partir de sus sueños, a veintiseis entidades. Y a ellos se les refiere como Dioses Blancos y Dioses Negros, trece de cada tipo. Y para cada una de las diferentes gamas de su franja espiritual, reflejada en dichas entidades, el Ezher Eterno soñó dos diferentes planos de existencia, llamado uno el Laberinto de la Dama de Oro, para los Dioses Blancos y el segundo, La Laguna del Eco de la Dama de Ébano, para los Dioses Negros o Demonios, como también se los conoce. Y los dioses, hermanos por derecho de nacimiento, se dividieron entre ambos planos, de acuerdo a sus correspondencias divinas.

En el libro de la Dama de Ébano, del profeta Eurour de Tatrâ, en Tierras Baldías, se habla de los hechos y estancia de los Dioses Negros. De los Dioses Blancos, se conoce que crearon el mundo y lo llamaron Gäkiu, que en lenguaje Ahëri, significa Perfecto."

 El padre de los Dioses, su Rey y Señor, les llamó y dijo: “Vuestro mundo es bello, y eso es bueno, pero buscad además que sea completo y justo”. Los Dioses se sintieron complacidos y confiados, pues mucho tiempo habían invertido imaginando y llenando de Éter el vacío del firmamento, para crear las posibilidades que le permitieran atraer a la última de ellas y crear lo que en sus corazones habían deseado.

Y así fue como se formó el Aire Primordial, trepó hasta la cima donde moraban los Dioses, les rozó con una brisa que les arrancó un sueño a cada uno de ellos, y se fue, con un leve vahido que resonó en sus mentes, a ras de la morada divina, hacia abajo, siempre en descenso…Y ellos volaron tras él, sus rostros radiantes, riendo unos, gritando de júbilo otros. Agueia lloraba. Qugü rugía y rugía con la espectral carcajada que le caracterizaba.

El Aire Primordial empezó a generar  huracanes en una zona vacía , el espacio a su alrededor se cimbreó y los planos se plegaron, todo se derrumbó alrededor de los Dioses y entonces…en la lejanía, percibieron un pequeño punto en el negro que los circunsdaba. Volaron en silencio, mientra sus pensamientos los precedían, y se acercaron al mundo que ellos mismos habían soñado.

(Del Inicio, por Gunto, jefe de cronistas del Emperador Sueis III )


Galeo Tiedra miraba a su maestro con devoción y ciertamente estaba preocupado, pues no sabía cómo preguntarle aquello que le perturbaba últimamente. Al final, no obstante, se atrevió a inquirir:

-Maestro, ¿Por qué fueron los Dioses castigados? ¿Cómo empezó la caida?
-El maestro lo observó atentamente y dijo: Aún no entiendes de los misterios, mi querido Galeo, y ya estás preguntando por lo que ocurriría millones de años después…
-Lo sé, pero todos…
-Sí, todos tus amigos conocen la historia que les cuentan los padres, los sacerdotes, los bardos que pasan por el pueblo, y el maese panadero , ¿no es así? –preguntó Mandala Ubi Awh.
-Sí, maestro –respondió cabizbajo el pelirrojo niño, escondiendo un bollo bajo la túnica.
-¿Acaso te aconsejaría yo que me preguntases cómo se hace una hogaza de pan?¿Soy yo panadero?
Galeo bajó la mirada, sonrojado…
-¿Sabes qué es la esencia hijo? -preguntó el erudito mientras miraba con dulzura al joven pupilo, mas sin esperar respuesta del ahora pensativo muchacho, prosiguió -La "Esencia primigenia" es lo que da vida, es la creadora, y es a su vez el Dios Supremo, el Señor de Todos los dioses. Está en todas las cosas, en las plantas, en los arboles, en el agua, en los hombres, los elfos, ....... e incluso está en los propios Dioses, ellos fueron creados por Él, y están hechos de Él.

Y así, todos somos esencia...

Mandala se quedó observando el cielo, recorriendo los suaves azules, la sutil y etérea curva de la luna, los senderos de las aves de Gäkiu…




Relato de la Caida. Parte I (por Mandala Ubi Awh, sumo maestro de Tintrai Kalaran)



Los Dioses estaban encantados con Gäkiu. Todo lo que habían soñado se había materializado allí, en ese mundo. Esperaron pacientes observando los cambios que se producían con el tiempo.

 Ah, sí…el tiempo, un concepto nuevo para ellos, que lograron entender cuando observaron el ciclo de la vida y la muerte. Y aunque algunos de ellos habían sembrado dichas imágenes, los hubo que temblaron ante dicha visión, y uno en particular que no soportó la irreversibilidad de la muerte y las cortas vidas de algunas criaturas a las que él mismo había traido a la existencia, y este fue Eban, , Señor de la Bondad y el Conocimiento. 

También fijaron los Dioses las miradas en las razas del mundo, en las plantas y animales, y quedaron asombrados de la fuerza con la que la vida, aún a costa de ser destruida una y otra vez, se levantaba y reverberaba por sí misma, llenando lo vacío de forma y colores como no habían conocido jamás. Pues he aquí que aunque todo el Kï (todo lo que entra por los sentidos) procede de las fuerzas divinas, no son equivalentes ni su estancia en el mundo las hizo familiares a sus creadores, sino que una capa invisible las enturbió y así, aunque los Dioses vieran la diferencia, para ellos era un espectáculo que les llenaba de dicha y felicidad.

Pasaron eras mientras los Dioses tan sólo observaron las idas y venidas de los reinos, de las batallas y guerras de sus hijos. Iban hacia el Yudhid, la Morada divina, y tiempo después volvían con el gozo pintado en sus rostros hacia Gäkiu. Charlaban y mantenían conversaciones que llenaban de dicha al Padre Dios, y todos se beneficiaron de su creación.  Aunque había pensamientos oscuros y Eban seguía cabizbajo, y sufría por el destino de los seres del mundo mortal.

En uno de los viajes, mientras partían y dejaban atrás su hogar, y muchos reían y charlaban animadamente, EBan apartó a su hermano gemelo Etan, y en silencio, le murmuró sus miedos, su sufrimiento, su arrepentimiento porque el sueño de él y todos ellos sumían al mundo en un dolor continuo y sin sentido. Pero Etan no lo entendió y le recriminó con amor, queriendo hacerle entender de los propósitos de la evolución y la felicidad atemporal de las criaturas mortales.

En aquel tiempo las razas inteligentes en Gäkiu, que habían sido creadas por lo dioses a propósito, eran los hombres , los orcos, los elfos, los trols,, los drows, los enanos, duendes  y los goblins. 

Se podría decir que todas las razas vivían en armonía, pero sería una torpe mentira. Lo que sí es cierto es que vivían en una delicada paz. Algunas razas simplemente se soportaban pero eran tiempos prósperos y los Dioses habían empezado a descender de vez en cuando, obsequiando a aquellos que les veneraban con verdadero orgullo y benevolencia divinas.

Y así, casi sin pensarlo, los Dioses escogieron a sus preferidos, más ni uno tomó de ahijados a los humanos. Incluso para mí, es difícil pensar, como lo hago, desde  la distancia y el  conocimiento erudito de la materia que poseo, el porqué de este hecho. Por lo que nos ha llegado podemos saber que Fueron Agueia y  Eban los soñadores del ser humano. Mas con el tiempo ellos prefirieron a los elfos, los adorados de los Dioses, dejando a los seres humanos sólos, rezando a Dioses paganos, que ni siquiera existían. Tan solo me consuela el hecho de que el destino o el Padre de todos los Dioses nos sonrió, o simplemente, al caer los Dioses, cayeron sus hijos, y nosotros, los huérfanos, conseguimos sobrevivir y alcanzar el puesto que nos correspondía por derecho propio. Torpe consuelo, si tenemos en cuenta lo que acaeció por aquel entonces…Pero prosigo…

Ciertamente sobrevino un tiempo en el que el ser humano estuvo acosado desde todos los frentes. Los orcos y goblins arrasaron las playas y costas de las tierras del norte. Desde el Oeste las fuerzas de los elfos kandari de Eneador y de Zelirian viajaban cada vez más hacia las tierras del interior, aumentando un Imperio que amenazaba todas las tierras y mares conocidos.

Los trolls, gracias a las bendiciones de Oügu, erigieron en los Desiertos de Nahmahes  enormes ciudades custodiadas por colosos que apuntaban al cielo con sus enormes espadas de piedra. Pocos osaban acercarse a sus dominios y Ruyba, que desde el principio de los tiempos abastecía a todas las razas de Gäkiu, estuvo bajo su total y absoluto dominio. 

Y los Dioses no volvieron a la morada de su Padre…

LA EDAD DEL LAMENTO






Pasaron los siglos en el mundo y aconteció que los enanos de Madriasor, que hasta el momento habían gozado de las simpatías de todos los Dioses, y de la amistad de los diversos pueblos de Gäkiu,  descubrieron el Angakiî, una piedra como no se había visto en ninguna zona del mundo. Y esta piedra tenía una particularidad que la hacía única, pues veía en los corazones de los planos y permitía viajar en el espacio con un simple pensamiento. 


Los Dioses mantuvieron el aliento, porque no distinguieron en el Sueño Común tal creación. Se miraron unos a otros e interrogaron mas ninguno de ellos dijo ser el creador. Y la piedra del Destino seguía en poder de los enanos.

El Emperador Tolkor de Madriasor, había ya mandado llamar a todos los sabios de los enanos; había arrancado de sus hogares a todos aquellos conocedores de las artes mágicas y logró desentrañar ya parte del secreto del Angakiï. 

En cuanto supo del poder que había conseguido lo ocultó del mundo, forjó una torre de hierro y piedra en la cual se encerró con la piedra mágica, y  ordenó a las cuatro provincias de los enanos que se  prepararan  y protegieran  las fronteras

Pasaron los años...

El temor a una invasión de los elfos, que desde que conocieron la existencia del artefacto,  habían intentado por todos los medios solicitar una audiencia, latía en los corazones de todos los subditos.  Los enanos se armaron y atrincheraron en su reino. Sabían de los movimientos de tropas en todo el mundo. Todo Gäkiu sonaba con los tambores de guerra…

“Los Dioses estaban perplejos”


Los trolls dejaban sus tierras hacia el norte. Los elfos tenían preparada la armada. Los hombres, arrinconados, simplemente luchaban para no ser aplastados. Los orcos, goblins y drows formaron un ejército como no se había visto jamás, que empezaba a desfilar desde el este, hacia la Cordillera del Mol, hacia las tierras de Madriasor. El sol no era capaz de iluminarlos a todos. Las carretas de provisiones llenaban el horizonte y las enormes sombras proyectadas, diríase que formaban ríos. 

Por la noche, en la oscuridad más completa,  las sombras tan sólo eran rasgadas por los reflejos de miles de armas al juguetear con la luna, en todos los rincones de la tierra…

“ Y los Dioses seguían estando perplejos…”

Y entonces todo estalló…porque como dijimos, ¡todo Gäkiu sonaba con los tambores de la guerra!

¡Todo estalló! Y empezó una guerra que duró siglos, y los hombres lloraban, pues llevaban la peor parte, y fueron esclavizados, anulados y corrompidos...



Mandala se encontraba rodeado de sus acólitos más preparados. Ahora, al final de su vida, postrado y casi sin aliento, necesitaba poner su alma en paz y contar, como tan sólo un sumo maestro de Tintrai Kalarân podía hacerlo, la verdadera historia de la caída de los dioses y el levantamiento humano desde Toirdar y las tierras de fuego de Aven-sî,  hasta Zelirivan, en el otro extremo del mundo. 

Observó con cariño a Galeo. Rememoró cuando maestro y chiquillo se sentaban a las afueras de la enorme ciudad, entre los jardines. Por aquel entonces no habría pensado que aquel muchacho curioso e indisciplinado pudiera convertirse en uno de los mejores alumnos que cualquier profesor de le Historia y el Secreto de Gäkiu, pudiera tener…

Se contempló las manos, cubiertas de arrugas y lunares que no recordaba haber tenido antes…Su tiempo se agotaba. Y llegaba el momento para sus discípulos: los seres  más sabios que jamás se habían forjado. Hablaban todas las lenguas de los hombres y alguna que no había sido pronunciada desde el principio, en la era de los antiguos trolls; dibujaban la realidad con la templanza de un lúcido prestidigitador; conocían todas las historias pasadas  y recogían fielmente las que se producían en estos momentos. Diez años hacía que no le había sido necesario instruir a ninguno de ellos, pero el secreto que su orden le obligó a mantener era firme en sus reglas y propósitos. Porque hasta la llegada de su muerte inminente no podía dejar en manos de sus pupilos esta malhadada información que le había consumido en vida y sin duda, le mantendría atormentado en la muerte, a no ser que ésta fuera en verdad el olvido y la inconciencia, como en realidad deseaba el anciano con toda su alma…

Les llamó a los tres: a Lumbar de Oren, a Sereto de Ithalo, y a Galeo, de Tintrai. Vieron pasar ante ellos a una procesión de niños que corrían hacia atrás mientras tiraban fruta podrida a un elfo que –encandenado - era arrastrado cruelmente por dos fornidos guardias de la ciudad. Los estudiosos se quedaron mirando en silencio el espectáculo y Galeo murmuró: “…algún día cambiará esto”. Todo quedó en silencio…y aunque la mirada de reproche del maestro les incomodó a todos, no por ello dejó Galeo de mirar orgullosamente al viejo, que terminó bajando la cabeza con un suspiro…

Fue entonces cuando de los labios de ese anciano surgió la historia más increíble y trágica que jamás hubieran imaginado los tres estudiosos historiadores. 


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Relato de la Caida. Parte II (por Mandala Ubi Awh, sumo maestro de Tintrai Kalarân)



Desde Eneador y Zelirian salieron los dos Emperadores Elfos del Oeste del Mundo. Miles de embarcaciones pasaron al sur de la Ciudadela Mipli, bordearon el cabo de Meirak y se dirigieron hasta la desembocadura del río Mohar, al sur del lago Eroido.

Hasta el momento la guerra desde el Oeste hasta las tierras de los enanos se había cobrado enormes pérdidas en ambos bandos. Los elfos se lanzaban por mar y llegaban hasta los emplazamientos que el Rey Tolkor tenía al sureste del río sancrito, en Ithalo, pero hasta el momento ninguna de las incursiones había logrado mover un ápice el ánimo de los enanos.

Y tras tanto tiempo de movimientos, batallas, sangrientas incursiones...un tiempo equirable a varias generaciones en las vidas de los seres humanos, ahora los Emperadores elfos habían decidido sentenciar de una vez la contienda...

Los elfos se contaban por docenas de miles. Sus magos eran terriblemente poderosos, pues entre sus filas contaban con los drauiös, hijos de la magia etérea, y con las nagü, hijas de la magia eërica. También se habían sumado a sus filas los duendes del Bosque de Ibhlarith, pero estos no fueron por voluntad propia a esta guerra, sino por defenderse de las amenazas de los crueles dirigentes élficos.

Para cuando empezaron a llegar las naves, desde la costa, unos inmensos gigantes lanzaban enormes rocas de las entrañas de la tierra misma, con tan poderosa potencia y eficacia, que demolían las primeras lineas de embarcaciones que llegaban a la costa. Las enormes criaturas, dirigidas por los enanos, lanzaban rugidos que se perdían en el crujir de los látigos estrellados contra los esclavos remeros, allá en el mar, entre los ejércitos élficos, y el romper de las olas en la playa empezaba ya a violar la arena con los primeros cadáveres y restos de los navios destrozados. Docenas de barcos y naves de transporte perecieron en las aguas del mar central a causa de los Gigantes del continente de Arteniteka, al norte de Madriasor y el reino de los enanos de Tolkor . Y es por esto, que hoy en día, a las bahías del Ithalo se le llaman las puertas marítimas de la muerte, y no son pocos los que evitan estas aguas y prefieren entrar por Siena y viajar al norte por tierra…

Llegaron los elfos hasta la playa, derrotaron a las tropas que defendían esta posición, se congregaron y esperaron al desembarco de la mayor parte del ejército, y subieron la loma del águila…Y al frente de sus tropas iban los perros de la guerra, humanos esclavizados, más animales que hombres, con collares de enormes púas provistas, de las que salían cadenas que manejaban sus dueños y que no usaban tan sólo para dirigirlos, como así se dejaba entrever por las espaldas destrozadas a golpes...

Mientras tanto …


El maestro se detuvo, mareado. Los pupilos se miraron unos a otros, casi sin dar crédito a todo lo que estaban escuchando, porque no habían conocido jamás de esa versión de la historia. Tan sólo el agudo quejido de su maestro y tutor los sacó del ensimismamiento en el que se hallaban. Su maestro se estaba muriendo y lo sabían. Se levantaron y llamaron a voces a los sirvientes, pero Mandala los retuvo, tomó un poco de agua de la bolsa que le tendía Galeo, y les exhortó a que continuaran sentados y escuchando… Nada importaba en ese momento, ni los gritos del elfo que era torturado unas calles más arriba, ni los torpes intentos de una mujer mugrienta, que intentaba fortuna con uno de sus sirvientes, al otro lado del jardín, ni lo que sabían o creían saber hasta ahora…Nada importaba…



Mientras tanto, desde que supieron de la piedra, los trolls habían arrasado Tintrai Kalaran y Siena, y todos los poblados humanos que habían encontrado en su camino. A sus espaldas, el sufrimiento dejado a su paso no tenía parangón en ninguna época, ni anterior ni posterior, en la historia de las razas y los dioses. No hacían esclavos ni prisioneros…tan sólo la masacre y la desgracia acompañaban a los que tenían la desgracia de querer proteger sus tierras o su familia. Las fuerzas de los trolls eran terribles, no en número, como la de los elfos, pero cuando hablamos de miles de trolls, estamos hablando de un poder sobre la tierra que tan sólo se vio en una Era oscura y terrible. 

Fueron siglos de podredumbre entre las tribus del hombre, en el continente medio y en todo Gäkiu...

Pero ahora, mientras los elfos llevaban a cabo el mayor movimiento desde el inicio de la guerra, el ejército del Rey Troll Aegram-krô, había llegado a la ciudad de Ithalo, la había destruido y saqueado. Y el odio de sus lacayos por todas las razas vivientes de Gäkiu se materializó en la mayor matanza de la que se sepa hasta los tiempos actuales. Y Oügu, el dios protector de esta raza malvada, los ocultaba del sol, y así llegaron hasta las planicies del lago eroido, frente a los elfos y la llanura de Madriasor, pues también iban los trolls tras la piedra viviente de Tolkor, el Angakiï. Y sabía Aegram-krô del poder que embargaba la piedra, por su Dios, y la temía y ansiaba en lo más profundo de su ennegrecida alma…


Y sabemos que los orcos, goblins y drows formaron un ejército como no se había visto jamás, que empezaba a desfilar desde el este, hacia la Cordillera Efasia, hacia las tierras de Madriasor. Dicen los antiguos manuscritos que el sol no era capaz de iluminarlos a todos. Que las carretas de provisiones llenaban el horizonte y las enormes sombras proyectadas, diríase que formaban ríos. Eso dicen los manuales de historia de los hombres…

Durante mucho tiempo habían estado supurando las raices de la tierra misma, por las heridas hechas en el calor de las miles de fundiciones y fraguas gigantescas que surtían a los ejércitos de las razas del este. Y es por esto que desde Toirda, Beigon y Hangora, pocos bosques quedaban por talar y el humo de las fraguas ennegrecieron estos cielos durante docenas de años...

Y durante todo este tiempo masacraron las tierras del este del mundo. Y las luchas entre drows y los elfos que se libraron por mar quizás fuera la causa de que el Imperio de los enanos aguantase, pues los drows fueron debilitados hasta un punto en el que tuvieron al fin, que aliarse con los orcos del este de Hangora, y esto marcó el destino de la guerra de las razas...

Y entre las fuerzas de las que hablábamos antes, iban cientos de driders y de ogros,  y  terribles demonios, del mundo suboscuro, se habían aliado con extraños y maléficos propósitos. Al frente de  los orcos iba el Dirigente Kog Am, uno de los mayores guerreros orcos de todos los tiempos, un experto en el campo de batalla y una de las mentes de la raza orca más inteligentes y viles que se hayan visto nunca. Llevó al campo de batalla bajo su bandera, a todas las facciones orcas, desde las hordas de Surid y Toardar hasta las de Oren y Angora, pertenecientes a las noblezas orcas, desde su asentamiento tres siglos atrás en tierras antaño de hombres y elfos. Y de hecho fueron los antepasados de Kog Am quienes empujaron a los elfos desde el continente central hasta las zonas del oeste del mundo…y en esto pensaba Kog Am seguramente, cuando al mando del mayor ejército que haya hollado la faz de la tierra, de orcos, goblins y drows…se encontró a las puertas de Madriasor, y lo que vió le heló la sangre en sus verdes venas…


Cuando  los Emperadores Elfos del Oeste del Mundo llegaron a las Puertas de Madriasor se encontraron con una escena que no habrían imaginado jamás…Porque vieron la Torre del Emperador enano, la KaigToer, y miraron a los cielos en busca del final de tan abrumadora obra, mas no la hallaron. Un foso enorme, custodiado por gigantes, les esperaba, detrás de un  abanico inmenso, en el que cuatro anillos de terreno extensísimo, ocupado por el ejército enano, se hallaba preparado para la defensa de las tierras del norte. Los infantes enanos ocupaban las primeras posiciones, con picas y escudos, en falanges tan cerradas que no se filtraba ni un hilo de luz. Criaturas de la tierra ayudaban a las fuerzas enanas, como lo habían hecho desde el principio de los tiempos, los hijos del Dios Etan, hermano de Eban, señor del Fundamento y la Corona, guardián de la Piedra Maldita y origen de la perspicacia en el mundo…

Entonces Ili Eim Padar, Emperador de los elfos del Oeste del Mundo, hermano del Emperador elfo Aigua Eim Dejar, alzó los brazos y de las yemas de sus dedos salieron unas notas musicales espantosas, llenas de muerte y ruina. Y las filas del oeste cargaron contra los enanos…

Cuando llegaron los trolls a las puertas de la la KaigToer, hasta el mismísimo Rey Troll Aegram-krô se quedó en silencio, perturbado e  intentando asimilar la imagen que tenía frente a sus ojos. Sus hijos, los trolls, aullaron, pero parecían nerviosos e intranquilos…Frente a ellos, millares de muertos sembraban la tierra, los cielos negros hendían espadas de sangre y fuego. Nunca habían contemplado  semejante batalla: enanos y elfos, pero también criaturas que nunca antes habían visto, y enormes gigantes, una especie a la que no conocían, y que les impresionó hondamente por el tamaño y su brutalidad en la batalla. Y magia, por todas partes: el aire estaba tan cargado que hasta les costaba respirar. Pero se dice de los trolls que no suelen desestimar una buena lucha…no digamos ya una batalla de tal magnitud…Porque después de la primera impresión, el Rey Troll lanzó un sobrenatural rugido, tan potente y portentoso, que hasta se oyó en la montaña Eltowi, morada del Dios Eban, que alzó la cabeza y ascendió a los cielos. También se oyó el rugido del terrible Aegram-krô entre los ejércitos enzarzados en la lucha. Y no fueron pocos los que al ver el ejército de los trolls irrumpir en el terreno de batalla, intentaron huir o empezaron a sollozar dándolo todo por perdido, tanto en un frente como en otro.

Durante tres días con sus noches continuó la batalla. Los Dioses ayudaban a sus ahijados en lo que podían, e incluso se enfrascaban en discusiones airadas con sus semejantes de diferentes alienaciones. Los elfos muertos se contaban por centenares de miles en el campo de batalla. No habían dado ni lugar para recoger a los muertos en ninguna de las facciones. De los tres ejércitos tan sólo el enano resistía, inmóvil como una roca frente a la torre de hierro y roca del Emperador, aunque las pérdidas habían sido terroríficas también. Los cielos crujían y portentosos rayos horadaban su roca, mas la torre aguantaba…

Y al comienzo del cuarto día se abrió la brecha entre las montañas del norte, y de esa brecha surgió el ejército del Dirigente Kog Am, y entonces todas las fuerzas del cielo y de la tierra –ese día- se contemplaron unas a otras… 


Cuando Eban llegó a los cielos de la contienda se encontró con sus hermanos y hermanas discutiendo tan acaloradamente que habían olvidado ya a sus protegidos, que morían continuamente debajo de ellos. Todos querían saber del enigma de la piedra Angakiï, de qué parte del sueño había surgido y su propósito, y sabían que alguno de sus hermanos o hermanas les engañaba.

Fue entonces cuando Eban empezó a reir, de una forma tan despiadada que los dioses se retiraron y la tierra tembló, abajo en el fragor de la batalla…Y Eban, Señor de la Bondad y el Conocimiento, hermano de Etan, origen del discernimiento en la tierra, guardián y protector de la Torre Negra, habló a sus hermanos. Y estos escucharon de cómo fue su voluntad la que corrompió el sueño de ciertos dioses, amoldándolos y preparando la llegada de la piedra de poder. Y cuando le preguntaron porqué lo había hecho, Eban les dijo lo que en su corazón había sentido desde el principio de los tiempos, del dolor por la mortalidad de los seres del mundo de Gäkiu, de su sentimiento de culpa y de su redención. Entonces fue cuando los dioses comprendieron a lo que se refería Eban, al hablar de redención, y todos sin excepción sintieron el terror en sus divinas y preclaras mentes. La piedra de poder no era tan sólo un artefacto para viajar entre los planos mortales: era la puerta a la divinidad, a la inmortalidad que el plano celeste otorgaba.

Y fue entonces cuando empezó la guerra de los dioses. Y tras ella un nuevo panorama cambió la faz de la tierra, hasta los días de hoy. Pero de esta batalla y del desenlace de la guerra de las Tierras del Norte se habla en los pergaminos de  la Torre Negra. Y también allí se habla del inicio del poder de los seres humanos en Gäkiu, de su levantamiento, auge y los imperios que entonces se formaron.




 Los Pergaminos de la Torre Negra



“¡Yo soy Tolkor de Madriasor! ¿Cómo osáis enfrentaros a mí? ¿Creéis que con vuestras artes oscuras y vuestros ejércitos del averno podréis  derrotarnos? ¡Somos enanos! Ni en vuestros sueños más insensatos seréis tan duros y resistentes como lo somos nosotros. ¡Somos de piedra!, de un material que ni los mismos dioses saben que existe. Los enanos de Madriasor os demoleremos, os borraremos del mapa…¿Cómo osáis atacarnos? …

¡Destrozaré los huesos, degollaré y morderé las venas y arterias del enemigo, arrancaré con mis propias manos las vísceras calientes de mi oponente mientras aún esté vivo! …Ah, sí, mi querida Agueia, mi diosa, mi madre, mi amante…sé que nos has ayudado, pero no me pidas  el Angakiï porque  degollaré cien carneros y envenaré su sangre derramada en el altar frente a tus pies… ¡porque no hay dios, demonio ni fuerza alguna en el mundo que me haga postrar el poder de la Piedra…!”

(Manuscritos perdidos, versión pagana de “Alaridos desde la Torre Negra”, Biblioteca de la Ciudad Flotante de Enieî)

Se llamaba Kirondetel y era el hijo mayor de Ubitno,  un pescador de la ciudad flotante de Enieî, al sureste de Siena, situada en medio del lago Rastgoh. Era un humano, de cabello rojizo y  frente pronunciada. Su estatura elevada y porte esbelto eran alabados por sus amigos y familia más cercana. Y aunque siempre fue protegido por quienes le amaban,  desde pequeño había sufrido el escarnio de la que su raza era objeto constantemente. Porque antaño poderosa y bella, la ciudad de Enieî , ahora, tan sólo era un recuerdo en la memoria de los tiempos. 

Y las hordas de los orcos campaban a sus anchas y los esclavizados humanos eran tratados cual bestias…

Pero todo cambió el día que el ejército orco salió hacia el norte. Los pocos hombres que quedaron, que habían estado escondidos o simplemente habían salvado la vida por suerte o astucia, según el caso, se quedaron en una ciudad, la suya, muerta, destruida y malhadada a sus ojos dañados por el sufrimiento y el tormento soportados durante tanto tiempo...

 El joven pelirrojo reunió a su familia y amigos. Y en la plaza, junto al río, al amparo de los ancianos del lugar, sus costumbres y ceremonias, hicieron asamblea.

Todo habría quedado en una reunión para ponerse de acuerdo  con respecto al lugar a donde se dirigirían, si a las cuevas de las montañas o bien a los oscuros límites de Siena, a la protección del bosque de los Antiguos. Pero en mitad de la noche, el crepitar de la hoguera en torno a la que estaban reunidos se volvió de repente violento y demasiado vívido. Y todos -hombres, mujeres y niños-, contemplaron cómo de las llamas una incorpórea forma se elevaba sobre ellos de una manera que ninguno era capaz de entender. En un instante, a todos les pareció que el tiempo se detenía y entonces…lo vieron.

Y de las llamas en Enieî, surgió el Rey de Ébano, Qua Mü Trai , que en Ahëri, significa “El muerto caído”, antiguo servidor del dios Aiskar. Y todos sabían que se trataba de un demonio, y Kirondetel se le acercó, pues era el único que podía hacerlo… y le preguntó en la lengua de los humanos de esa zona: “¿Quién eres y de dónde vienes?” Y el demonio les habló:

“¡Humanos!, en las Tierras del Norte, frente al lago eroido, se está librando la batalla final, aquella que librará a la humanidad del acoso de las razas del mundo y de la injusticia de los pérfidos dioses blancos. He mirado desde las entrañas de la existencia, más allá de los planos mortales, y he visto la codicia  de los elfos arrasar con las vidas de los hombres. He visto la voracidad de los trolls devorar las vidas de los hombres. He visto la iniquidad de los orcos y goblins, violar la dignidad de los hombres…

Pero subsistís, siglo tras siglo, escondiéndoos, sobreviviendo en condiciones que van más allá del sufrimiento y la desolación.

Ha llegado el momento de que esto cambie, porque los enanos mueren y la torre está a punto de caer. Muchos enemigos de vuestra raza están siendo exterminados. Pronto quedarán tan sólo unos pocos. Pero la torre no ha de caer… no ha de caer…

Sentí el dolor de vuestra raza desde el principio de los tiempos. De vuestra mortalidad, de vuestro dolor y emociones que tanto me confundieron, hasta que os conocí, hasta que me hice carne y anduve entre vosotros. Entonces comprendí que el tiempo de los mortales no es equiparable al de criaturas atemporales y que la intensidad del momento es el gobierno del hombre sobre los sucesos del mundo…Cuando pude aceptarlo, y entenderlo, os tuve envidia, pero os amé, desde el principio, hijos e hijas del hombre…os amé…

En la torre de hierro de Madriasor, se encuentra un artefacto, una piedra que fue robada por Eban antes de que las montañas se erigieran o los animales andaran fuera de los mares del mundo. Esa piedra tiene el poder de destruir vuestro mundo para siempre, mortales, si cae en manos del Dirigente Kog Am. Su ejército ahora mismo está siendo aniquilado, al igual que todos en el campo de batalla, pues la ira de los dioses es grande y ellos mismos han entrado en la contienda. Sin embargo, su llegada ha sido providencial y afortunada. Muchas fueron las pérdidas de los enanos, elfos y trolls antes de que su ejército hiciera acto de aparición. Y he ahí que ahora se encuentra frente a las mismas puertas de la torre, y los gigantes de piedra del rey enano han caido…Si Kog Am destruye al Rey Enano y consigue el Angakiï, toda la tierra sucumbirá al poder orco. Su dominio será total y absoluto.  Y la raza humana jamás volverá a levantarse…

Pero esto no tiene porqué ser así, Kirondetel , hijo de Ubitno. Porque tú puedes impedirlo, con mi ayuda…”

Las ramas en la hoguera seguían crepitando y el demonio permanecía sobre el fuego mismo, ingrávido y sin embargo pesado, y ninguno de los allí reunidos pudo aclarar más tarde, que ocurrió en aquella noche. Pero sí que les ardían las palabras sobre la desgracia de los hombres en Gäkiu, y de la horrible amenaza orca para todo su pueblo. Y en Kirondetel, hervía de pasión un ansia de venganza que no le permitía casi respirar y todo su cuerpo temblaba de excitación contenida. Así pues, paso a paso, se acercó al demonio y cuando ambos estuvieron cara a cara, desaparecieron…


Tolkor de Madriasor, Rey Enano del Imperio de Madrasor, abrazaba la Piedra del Destino con la fuerza de la desesperación, en la zona central de la torre, en la última planta. En el pasillo que daba a las escaleras negras, frente a él, los últimos guardias de la torre eran atacados por los ogros enviados por Kog Am. Tolkor, que había presenciado la caída de su ejército, la lucha de los dioses y la caida en desgracia de la tierra que le vio nacer, lloró allí mismo por el destino de su pueblo y de sí mismo. Y cuando sintió en su craneo el crujir de sus propios huesos, sintió asco, pero no por su enemigo o la forma en que sabía era su muerte, sino de sí mismo, por cómo había conducido a la desgracia todo un Imperio, pero ya era tarde, y no pensó más. Y el rey enano murió, dejando caer al suelo  el Angakiï. 

El Dirigente Kog Am, subió las escaleras y arrancó la piedra del suelo con rapidez y nerviosismo. Entonces se dirigió al enorme balcón de piedra negra y miró abajo, a lo poco que restaba de su otrora poderoso ejército, pero él no vio la carnicería que reinaba abajo, no fue consciente de que en las docenas de kilómetros que rodeaban la torre, habían sido exterminados los mayores ejércitos que se hubieran visto en la historia de Gäkiu. Tampoco fue consciente de los cielos negros que se abrían por la expectación de los dioses, ni de la calma que entonces se produjo…

Pero sí fue consciente de un murmullo que le recorrió la espalda, y de la enorme espada negra que le salía del pecho y le rasgaba el corazón con certera evidencia. Tan sólo pudo ver el reflejo de un demonio y el rostro juvenil de un humano de cabellos rojos. Cuando cayó al suelo, desde allí, de cara al horizonte, desde la torre, vislumbró un ejército de criaturas demoniacas, tan negras y malignas como el infierno…vislumbró entonces, en su mente, las hogueras de lo que antaño fuera su hogar, a las puertas de Surid, casa de las viejas tribus de la facción Karâ Ig , la de sus antepasados, las puertas de la desolación del orco, en las tierras del este…vio su pasado, y lo sintió como sentía la cálida sangre que escapaba de su cuerpo y le cubría las manos...al fin, vio la cara de su madre, una sola vez, en toda su vida... y murió.





Una historia final. Pacto con el demonio


El ejército que barrió entonces las últimas fuerzas que quedaban en las tierras de los enanos, no tenía nombre. Tan sólo un propósito: aniquilar cada forma de vida que encontraran en su camino. Y así lo hicieron…

Los dioses  vieron que el plano desde el que habían llegado tan abyectas criaturas, era oscuro y peligroso para ellos mismos. Pero cuando iban a intervenir, fueron atraidos contra su voluntad hacia la morada divina del Gran Hacedor, de su Rey y Señor. Y entonces él les golpeó con una ira tremenda y su cólera era la del Principio y el Final, y su mandato, el encierro en las profundidades del olvido…Y los Sellos de los Dioses fueron esparcidos por Gäkiu,  y en ellos iban las consciencias, esencias y principios de los Dioses, que castigados por su padre, vivirían el tormento por los siglos venideros…

Y ese fue el principio del tiempo de los hombres. El ejército demoniaco, una vez cumplida su tarea, se dispersó en el mismo aire  y la misma tierra. Y también sucedieron cosas extrañas. Enfermedades como no se habían conocido antes, invadieron las tierras del Oeste, en los reinos de los elfos, que las sufrieron y fueron casi exterminados. Terremotos en las islas nórdicas, y en las tierras de los orcos, que destruyeron los cimientos mismos de sus hogares y les llevaron a penurias indescriptibles. Y  por todo el mundo acaecían hechos similares…

Pero los humanos se recuperaron y nacieron grandes héroes y guerreros. Las ciudades se recobraron y reconstruyeron. Las mujeres procreaban como nunca lo habían hecho, por dos y tres tenían a sus vástagos. Y  el ser humano fue creando imperios como el herrero forja sus espadas…

Y la piedra del destino desapareció, al igual que Kirondetel y el Rey de Ébano, Qua Mü Trai , el demonio, también…Y en las historias de los hombres, esta parte se ha perdido, y tan sólo unos pocos entre los sabios saben de lo que realmente sucedió. Y temen constantemente, porque un trato con un demonio siempre es génesis de destrucción…

Porque, cuando se trata de un pacto con Qua Mü Trai, ¿quién sabe qué ha tenido que vender el futuro de los hombres, de las almas del mundo, para saciar la sed de tan temible engendro?

LA EDAD DE LA VENGANZA





Tras la caída en las tierras del norte, de la torre del enano, en Enieî, los hijos de los hombres supieron de la destrucción del ejército orco y de la suerte de los dioses. Y todos fueron uno en la explosión de alegría que les inundo, pues aunque tenían miedo aún por los tiempos que vendrían y las dificultades que les esperaban, una nueva esperanza llenaba de dicha sus corazones.

De entre todos surgió un líder de hombres, Dek Onak, que mandó emisarios a todos los puntos del continente central. Comprendió que el paso del desierto de Nahmhes estaba libre por la marcha de los trolls y mandó llamar a los dirigentes de las tribus de Ruyba y de Tena. Unos meses después, los grandes jefes de las tribus del hombre se reunían en Tintrai Kalarân y discutían la formación de las distintas regiones del mundo, de la construcción de las fuerzas militares humanas y de los pactos que establecerían la diplomacia en los tiempos venideros.

Y fue así cómo los hijos de los hombres formaron enormes ejércitos que marcharon a los cuatro puntos cardinales. Crearon una armada de barcos de guerra, que surcó los mares y fraguó la venganza en los reinos del oeste, pues arrasaron las ciudades de Zelirian, Eneador y Mezarah, centros neurálgicos del poder élfico. Y en la guerra, esclavizaban y torturaron a todo aquel que se encontraron. 

Lo mismo ocurrió hacia el oeste, con los orcos y goblins...Y en el desierto de Nahmhes, organizaban partidas para cazar trolls...

El hombre se hizo dueño y señor de las tierras del mundo e incluso hay una leyenda que afirma que descubrieron otro lugar, más allá de las antiguas tierras del oeste del mundo, donde extrañas razas y criaturas cohabitaban, pero estos relatos se perdieron en la memoria de los hombres y no quedó mapa ni prueba alguna de la existencia de este continente perdido...Y así la leyenda del Ihjir Mal Derhan,  la tierra de los sueños, hogar de seres mágicos y riquezas sin parangón en el mundo de Gäkiu, continúa a día de hoy siendo un enigma, a pesar de las expediciones llevadas a cabo, pues si bien es verdad que ningún arte mágico ni terrenal ha podido demostrar la existencia de estos territorios, del continente perdido, también es cierto que al oeste del mar del Emperador Ni Eim Padar, un gran misterio se alza y pocos son los navíos que se atreven a continuar, más allá de un límite invisible, certero y oculto que llena de congoja hasta el valor de los más intrépidos capitanes. Y los que lo superaron, nunca volvieron...

Y así en todos los territorios su mano se convirtió en hacha de verdugo y de sus labios salían órdenes de venganza y desagravio. Muchas atrocidades se llevaron a cabo  en nombre de la justicia, en esta época. Y en especial con los elfos, los humanos violaron a sus mujeres y cometieron verdaderas carnicerías...

 Se cuenta en la tribu apartada de Sendaha, hogar de los pocos elfos libres que queda hoy en día en Gäkiu, que desde Tintrai Kalarân partió un ejército, llamado "El brazo Ejecutador", al mando del capitán de guerra Amonhrë, que recorrió el mar hasta Zelirian, donde tras desembarcar, recorrieron el Bosque Ae´ami, escogiendo a las elfas más jóvenes y hermosas que encontraron, y maniatando y amordazando a todos los demás elfos, impidiéndoles el uso de las artes mágicas. Luego cogieron a las mujeres y las llevaron a una ensenada, donde las violaron en multitud de ocasiones, de forma brutal y reiterada...Cuando terminaron las clavaron en los árboles, desnudas, sollozando y gritando, o demasiado cansadas para hacer más que mirar la multitud de sus congéneres clavadas con enormes púas de hierro, en brazos y piernas a los árboles de su preciado bosque, los troncos ensangrentados, el suelo encharcado, rojo y húmedo...caliente...Sus hermanos, padres y amantes en el suelo, amordazados, llorando o tumbados gimiendo de dolor, indignación, impotencia...Luego, esos mismos soldados, los hombres de guerra que habían llegado en sus barcos, para escarmentar a los elfos del oeste, descargaron de los barcos cientos de jaulas que traían, allende los mares, con ellos. Dejaron una jaula delante de cada árbol donde había una elfa, la mayoría agonizando, y entonces, los hijos del hombre, abrieron las puertas y de las jaulas salieron unos perros como los elfos no habían visto jamás, pues eran éstos muy grandes, tenían la cabez cuadrada y con unos dientes increiblemente finos y afilados, y estos canes no tenían piel, sino que mostraban su cuerpo ensangrentado, la piel arrancada, los músculos sangrantes que dejaban entrever las venas y arterias...Y entonces, estos perros, empezaron a lamer la sangre junto a los pies de las muchachas elfas, y un gran gemido surgió de todas las gargantas en aquel bosque, aquel fatídico día, y al crujir de huesos, gritos  y aullidos se mezclaron unos terribles ladridos guturales y profundos...Toda la humanidad quedó en entredicho aquel día, y los elfos recordaron. Y aún recuerdan...


Y el reino del hombre perduró hasta nuestros días...

Sin embargo, antes de la conquista de los reinos del Oeste, los drows y humanos formaron pactos de no agresión y fueron a muchas batallas juntos. Son muchas las historias de batallas en las que humanos y drows compartieron la gloria, sobre todo contra los elfos, pero también contra orcos.Y hasta el momento, conviven en paz unos y otros, probablemente porque inevitablemente los drows están en una inferioridad numérica insalvable...pero también porque en los últimos siglos se formó una amistad entre ambos pueblos...y porque los humanos ya tienen todo lo que desean.

También con los enanos se fraguaron alianzas, pues nunca fueron objeto de maldad los seres humanos por esta raza, e incluso se sabe de ocasiones en las que enanos de Madriasor ayudaron a pequeñas tribus a subsistir y no ser eliminadas por orcos y goblins. Hay que destacar aquí la alianza que a este respecto forjaron los enanos de las tierras del norte con Ithalo, que dura hasta nuestros días. Y es por esto que los enanos mantienen sus cuatro provincias ocultas bajo tierra, al norte de Ithalo y el lago eroido, bajo la protección de Yhed Mahdala, dirigente de esta gran ciudad, que se encarga de mantener en secreto dichas localizaciones y la entrada a las mismas, a la vez que mantiene unas excelentes relaciones comerciales y diplomáticas con el Rey Thonkobanar de Madriasor, el actual mandatario supremo de los enanos en los tiempos presentes.

Durante el último milenio, además, se han gestado las ciudadanías, que representan el poder fáctico de los hombres sobre Gäkiu y cual  imperios actúan, pues muchas disponen de sus propios ejércitos y a lo largo de cientos de años, abundantes fueron las guerras y constantes trifulcas que las dividieron...

Y también florecieron ciudadanías de índole perversa, como las de Meirak, Toirdar o Mezarah, que buscan en el poder de las tinieblas y la maldad, aspectos que les permitan conquistar el mundo de Gäkiu...Y a ellos se les denomina "hijos de  karma sangriento" y en verdad, mucha sangre se ha derramando ya a propósito de su existencia.


Notas del Regente Kaendirtaî de Tena, "Guerras en Gäkiu"


De las guerras que se sucedieron entre los imperios humanos, quizás la Guerra de Sisoc fue la más importante y la más sangrienta. En la isla que le da nombre al conflicto,un príncipe-soldado del Regente Mios Azum, de Hangora, encontró tras perderse en unos ejercicios de purificación, las minas de éter más ricas que se hubieran visto antes. Como se sabe, este tipo de yacimientos son extraordinariamente raros y la substancia que se obtiene del refinamiento del la materia densa, el éter de galaes -como también se le conoce-, es quizás el componente alquímico y mágico más poderoso que existe.

Lo que ocurrió fue inevitable, en parte, ya que desde Beiron, ciudadanía al este de Ruyba, se tenía intereses comerciales en la isla y acuerdos navieros y de no agresión con el Rey de Sisoc, un hombre cruel y despiadado, conocido más allá de las tierras centrales: Muhderandëwi, hijo de Abenair y Adesieleâ.  Cuando el rey comprendió la naturaleza de la petición de Mios de Angora, acerca de un tratado de paso para su isla y de explotación de unas minas de las que él antes no había oido hablar, enfureció y llamó a audiencia a las gobernantes de Beiron, las gemelas de Diorab, y las conminó a la guerra contra Mios Azum, a cambio de parte de la explotación del éter de galaes.

Fue de esta manera cómo estas dos grandes ciudadanías, Hangora y Beiron, entraron en una guerra que duró más de doscientos años, en los que tanto Ruyba, como  Enieî, Siena, Tintrai Kalarân e Ithalo entraron en liza, en uno u otro bando, y en la cual el único beneficiado fue el Rey de Sisoc, Muhdrandëwi, que consiguió explotar y dejar seca la mina, y que vendió el éter refinado resultante de la misma, a los participantes en una guerra que fue provocada por su propia maldad y codicia, obteniendo unos beneficios que -incluso hoy en día- son difíciles de calcular...

Fueron, no obstante, bastantes las batallas y escaramuzas sueltas por todo Gäkiu, hasta llegar a la formación sociopolítica que conocemos en la actualidad. Sin embargo, no es éste el lugar apropiado para hablar de ello pues está recogido en "Los libros sangrientos de Gäkiu", escrito por Amon Si Deai, historiador y cronista.


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Al final de la edad de la venganza, no obstante, algo terrible ocurrió en el mundo de Gäkiu, dejando al mundo sumido en el caos y la desesperación. De un plano oscuro y tenebroso surgieron terribles bestias, demonios y dioses, que sumieron a la humanidad en una guerra que tan sólo duró tres años, pero que estuvo a punto de destruir todo el mundo conocido...Y de esto se habla en el libro de la Dama de Ébano, del profeta Eurour de Tatrâ...


LA EDAD NEGRA



Una tensión se respira en el ambiente, un carga estática, una tensión imposible de definir...La oscuridad en las almas de todos los seres  se hace palpable...¿qué maldad se arrastra por Gäkiu que pueda hacer temblar los cimientos de un mundo al completo?...



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