La inspiración
Una mariposa cristal -de alas sin escamas y transparentes-, vuela hasta mi boca y allí deja un beso y una palabra: Virginia, dice...Tras ello desaparece en el horizonte y no puedo girarme... verla partir. Y es que tan sólo soy una flor que grita –solitaria- en la vasta estepa de la imaginación.
Preeliminares
Una gota de fuego cayó desde el cielo de mi paladar...aquel día. Me encontraba como de costumbre vomitando, en mi enfermedad, en mi cotidiana inmersión en una realidad que me estaba matando, carcomiendo lentamente...en un apartamento de veinte metros cuadrados, color alcohol y tabaco barato. Suspiré agarrando un pañuelo sanguinolento entre mis manos. Lo agarré con tanta fuerza que toda mi mano quedó impregnada de mis propios desechos. El final. Siempre había pensado que acabaría mi vida a corta edad, pero nunca sospeché que el alcohol pudriera mis riñones y que todas mis vísceras quisieran huir tan pronto de mi persona. No, ciertamente, nunca lo hubiera imaginado...
Encuentro
Uno de esos últimos días tropecé en la calle con un bulto. Solo que era un bulto con forma humana y unos cabellos rojos sobresalían desde una manta enrollada y vieja.
Musité disculpas y curioso me agaché, mas nada vieron mis ojos entre tanto tapijo. Me vino a la memoria el barbilampiño italiano que murió hace unas semanas en el barrio, ¿os acordáis? a ese viejo mendigo se le helaron las pelotas en mitad de una noche tremenda...
- Hola visitante, ¿no es hermosa esta mañana? ¿no surcan la pradera los corceles hollando la piel del Yamaliz? –susurró una voz. Era una voz que semejaba los trinos de algunos pájaros, extremadamente musical.-Dime, visitante, ¿eres amigo de los elfos? ¿conoces acaso a Riïn, Príncipe de los Enanos? ¿me llevarás a las estancias de Col´ar, amigo de semillas y brisas cálidas? –me interrogó...
-No, tan sólo soy un moribundo –le dije, consternado, frente a esa mujer que ahora veía frente a mí, con la manta apartada a un lado y una mirada tan perdida que hacía pensar en que era uno el que no sabía ni dónde estaba...
-Ay, cariño, moribundos somos todos...desde que nacemos, gracias a Dios...¿Sabes? me pareces como un soldadito de plomo, tan enjuto y tan juicioso, tan enfermo y desdichado...¿acaso no te gustó el mundo que se preparó para ti? Ven, vayamos a tomar un té, hay una posada más allá de aquella loma, y el sol despliega la alfombra para nosotros...¡Cuidado! no destruyas ese hormiguero...la Reina está muy contenta con la cosecha de este año y los duendes les han regalado néctar de maiz, ¿a que es maravilloso? ven, sígueme y hablaremos de cosas...
Crisis
Suelo soñar despierto en muchas ocasiones, y a veces, hasta me despierto dentro de un sueño y me siento multidimensional, con muchos “yos” cada uno haciendo y viviendo experiencias propias y personales. Pero otras veces me siento condensado, fibrilarmente compungido y aislado, solo y frágil, como una crisálida en el ojo de un volcán.
Una vez conocí a una amiga. Ahora os diré algo acerca de ella...
Virginia
Mi amiga Virginia tiene el pelo de melocotón maduro, sus ojos del color que hay tras una nube en el cielo septentrional, allá en las tierras de la magia y las dispensas. Su boca pía y causan olas los pálidos reflejos de sus cabellos, mientras se mira en la vasija de mar.
Cualquiera que pasara junto a ella tan solo vería una vieja sentada junto a un barreño relleno de agua. Olor a moras.
Mi amiga Virginia clava sus hermosos dedos anaranjados en un fruto del color de la miel, que desprende un olor dulzón, e inunda la estancia de recuerdos junto a gnomos, elfos, y seres con los que compartió una gran parte de su existencia. Eleva una tersa y joven mano, la suya, y de sus uñas lacadas en crema albina, surgen chispas de energía que danzan alrededor de un sonido como de crujir ramitas en una arboleda, una de esas que te impregnan de olor a pino verde...
Pero esas luces que surgen de las uñas de mi amiga estallan en la penumbra atechada de su habitación de blanco prístino, y una voz de mujer anciana pronuncia una palabra: “Rol´alson”
En la carretera que separa las provincias de “Cualquiera” y “Noimporta” en el país de “Todos”, mi amiga Virginia pasaba los últimos años de su vida en un manicomio, sumida en recuerdos imposibles. Gastada su forma física en postrado y obligado letargo.
Paso por el camino verde que separa dos fincas, a la vez que pienso en mi amiga. Las nubes están muy cerca hoy, y la hierba se mezcla con la tierra oscura y fangosa. El olor a agua me ahoga la nariz y escucho en la distancia el balido placentero de una oveja.
He decidido que iré al manicomio de nuevo, que intentaré rescatar de nuevo a mi amiga, empaparme en mi título de abogado y luchar por ella una vez más, aunque me vuelvan a destrozar las esperanzas. Empieza a llover. Corro a salpicones, con el chapoteo en mis sienes y mis mandíbulas apretadas. Una lágrima rueda y cae, pero entonces ya no existe más que un diluvio arrasando toda una vida no recordada.
En la habitación, una anciana. En algún momento debió haber poseído una melena rojiza impresionante, de la que ahora tan sólo unos mechones despeinados hablaban...Se mira constantemente en un barreño que el enfermero deposita en sus rodillas todas las mañanas, desde hace veinte años. En el interior del barreño, un soldadito de plomo se halla sumergido en el agua...
Sombras
En una mente errante, un suspiro no registrado rechinó. Y la locura creó de nuevo.
“Tengo una amiga preciosa llamada Virginia. La conocí en las praderas del Yamaliz, una hermosa mañana...”
En la mente del que quiere escribir, la locura –cual fiel compañera- no debe ser errante, sino permanente capa que impregne cada acto, cada espacio y cada lúcida forma opaca que se cree en nuestra consciencia. O al menos, eso es lo que me decía mi amiguita Virginia...¿Ya os hablé de ella?
¿Quién?
¿yo?
Yo tan solo soy el soldadito de plomo...
1 comentarios:
Pruebo ahora a dejarte el comentario. Parece que ya se puede. De nuevo agradezco tu paso por mi casa.
Un abrazo
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