Bautismo

jueves, 24 de noviembre de 2011
Aquel día me dejé conducir por tu persona, por ese aroma tierno y maternal que siempre me ató a ti. Me llevaste a Trafalgar Square, en el centro de Londres, y me arrastraste –pese a mi disconformidad, como siempre...- a visitar la Galería Nacional...En ese edificio neoclásico -que destilaba arte grecorromano por todos los orificios de su piel- me ofreciste la vista del “Bautismo de Cristo”... Esas tonalidades desvividas, ese marcado acento volumétrico, con la paloma del Espíritu Santo sobre su cabeza, el río Jordán bajo sus pies, y su primo san Juan Bautista ofrendándole el agua, bendita agua...No sé qué me entró cuando mi alma gritó al verlo...Un reconocimiento, una vívida noción de déjà vu que se volvía por momentos más intenso, recorriéndome como una ausencia de calor por las venas de mi cuello, de mi cara... hinchándose en la incógnita...

Nada notaste en mí, tu mirada cosida a “El matrimonio Arnolfini” de Jan van Eyck, o al magnífico “Venus y Marte” de Botticelli, una de las pocas obras mitológicas que produjo tan soberbio pintor quattrocentista...Nada notaste en mí...

Cuando salimos de la galería, pediste un taxi y me llevaste a visitar el Crystal Palace, esa ballena moderna de hierro forjado y vidrio de la que tan orgullosos se sienten los londinenses...Una emoción de soberbia y odio nacía en mí por instantes, estrujándose contra mi razón, deteniéndolo y aprisionándolo hondo, callado...en lo profundo...”mutus”

Te sentí alegre enseñándome a oler tus recorridos de arte moderno, mientras me volaba la conciencia a aquellas vestiduras orientales que se distinguían tras el catecúmeno que se desvestía...cierta influencia al Quattrocento...los ángeles del bautismo...la ballena moderna que lo engullía todo...atascos, fábricas, gente moderna con humos modernos...

Una oscura sensación paralizaba mis nervios... los ganglios, en el extremo, se amortajaban...Esa luz blanca y uniformemente distribuida...ese árbol...

“y al tercer día resucitó...” 

Miles de humanos reían en las desgracias ajenas; lloraban en los rezos de las mentiras, en la pútrida gónada social que todo consumía...

”Regresaría...”

Luego volvimos a casa...me soltaste un “te amo, hijo”...me cogiste en brazos y me besaste...


“Yo, que os di mi vida” 


Me cambiaste... alimentaste...De tus senos manaba ambrosia...dulce madre...María...



“Me sacrifiqué por vosotros”


Me envolviste en tu dulce cuna de madre...Mi trono interior se llenó de ecos de ti...


Miles de guerras, millones de desaparecidos, muertos...La conciencia común se hallaba inundada de esos alaridos humanos... Incontables desplazamientos en masa...Sufrimiento...




“¡Vosotros sois mi CRUZ!”

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